Hola a todos nuestros queridos lectores :)
Hoy quisiera hablarles de un tema y plantearles un desafío (si es que se le puede llamar así) sobre lo que hemos estado escuchando y leyendo recientemente sobre la aprobación en Estados Unidos del matrimonio gay por parte de la Corte Suprema.
Sé que tal vez veamos esto como algo muy lejano a nuestra realidad en la Iglesia en Colombia, que estamos en un país que aún demorará un poco más en dejar que se apruebe el "matrimonio igualitario" (como lo han llamado) pero que al fin y al cabo lo aprobará, sea tarde o temprano, pero sucederá, así como ya ha pasado en tantos lugares del mundo. Sin embargo, considero pertinente y apropiado hablar en este momento de este tema, tal vez como una preocupación personal por lo que veo que está pasando a mi alrededor, al pensar en mis hijos y el futuro que viene para ellos, al mirar las personas en mi barrio y estaca y el poco conocimiento que tenemos sobre luchar con desafíos tan grandes como es el de sentir atracción por una persona del mismo sexo, la desinformación que existe en las redes sociales y lo agresivas que se pueden volver algunas personas cuando hablan sobre este tema, entre muchas otras razones. Trataré por tanto de explicar mi punto y mi invitación a la acción sobre este tema de la mejor manera posible.
Como todos sabemos, la posición tanto del Señor como de Su Iglesia es completamente clara e invariable en cuanto al matrimonio y la familia (véase "La Familia: Una Proclamación para el mundo" y la publicación "The Divine Institution of Marriage"), el matrimonio es ordenado por Dios y es entre un hombre y una mujer. Las personas, los gobiernos, y las familias del mundo han definido el matrimonio de muchas maneras: como un mandamiento divino, una convención social, la base de una sociedad, la manera de organizar la familia, un derecho fundamental, un contrato civil, entre otras definiciones. Debido a los muchos conceptos que los hombres y mujeres se han planteado y han decidido adoptar y practicar sobre el matrimonio en los muchos años de historia de la humanidad, ahora se ha planteado la definición de que el matrimonio no solo puede ser entre un hombre y una mujer sino entre personas del mismo sexo. Se han establecido las normas para darle una estructura, unos derechos y deberes, una manera de formalizarlo y todo lo que implica un matrimonio bajo la ley.
Dado entonces que esta definición de matrimonio ya ha entrado a formar parte del marco y la práctica legal de muchos países, es una realidad ineludible y que por cierto es más y más común y normal con el pasar de los días y los años, no podemos seguir pensando como miembros SUD que es algo que tiene que ver con "alguien más", que "no tengo por qué preocuparme de ese tema" y lo que aún no entiendo: "en casa solo enseñamos principios correctos y no hablamos de esa clase de temas"... entre otras frases por el estilo que no citaré y que no quiero recordar. Recientemente leí en un blog SUD que todos, todos los miembros de la Iglesia hoy en día conocemos, somos familiares o tenemos de amigo al menos a una persona que también es miembro de la Iglesia que siente atracción por alguien del mismo sexo. Al menos una persona, pueden ser muchas más. Y si en este momento están pensando en el nombre de aquella persona y no encuentran a nadie, lo más seguro es que no lo sepan, pero está en su casa o en su barrio y tiene desconfianza, temor o vergüenza de decirle a alguien (o a ustedes) sobre su situación pero ustedes no lo saben. Entonces, partiendo de esta estadística, es un tema que sí nos compete, que sí debemos preocuparnos por entender y saber manejar, que sí hay que enseñar en casa (porque si no lo hacemos nosotros los padres, alguien más de seguro lo hará y no precisamente con la mejor información ni de la mejor manera) y que sí hay que compartir.
Para poner el tema desde otra perspectiva, plantearé entonces una situación que sé que ya sucede y si no les ha pasado en su barrio, sé que sucederá en un tiempo no muy lejano y que debemos estar preparados para ella, para que no salgamos avergonzados, enojados, "indignados" o confundidos. La situación que describiré a continuación es meramente hipotética y ficticia (si coincide con la realidad es pura coincidencia) y la tomo de ejemplo para ilustrar lo que quiero explicar. Imaginemos entonces que faltan 10 minutos para la reunión sacramental. Llegamos a tiempo al salón, nos sentamos con nuestra familia y escuchamos tranquilamente el preludio. Al instante, vemos a través de las ventanas que se acercan a la puerta una pareja de hombres, tal vez alrededor de los 35-40 años, vestidos de traje y corbata, vestimenta usual para asistir a la capilla un domingo. Cuando llegan a la puerta vemos que están tomados de la mano. Amablemente saludan a las personas a su alrededor, y uno de ellos, a quien ustedes y yo conocemos, se acerca a nosotros a saludarnos también. Somos amigos de hace muchos años. Nos presenta a su esposo, a quien también saludamos y le presentamos a nuestros hijos, quienes están sentados a nuestro lado. Nuestro amigo había estado inactivo desde hace algunos años, los misioneros lo han contactado y después de varias visitas y lecciones ha decidido asistir nuevamente a la capilla, junto con quien ahora es su esposo. Él ha recordado lo bien que se sintió al volver a escuchar a los misioneros, quiso volver, a pesar de lo difícil que fue. Quiso invitar a su esposo, quien no había recibido antes lecciones de misioneros ni cosa parecida, pero aceptó, porque ama a quien es ahora su esposo y decidió apoyarlo.
Ambos están un poco aprensivos en cuanto a lo que pensarán o harán las personas en la capilla ese día, pero los misioneros han recibido apoyo de los miembros del consejo de barrio y han hecho todos los esfuerzos posibles por concretar la fecha que por fin llegó. La pareja ha asistido a la capilla y están sentados, juntos, en el salón, esperando que las reuniones comiencen.
Vienen entonces mis preguntas a todos nosotros, queridos lectores: ¿cómo los miramos cuando entraron? ¿sí los saludé y les sonreí, sin escandalizarme, asustarme o mirar para otro lado e ignorar que ya los había visto? ¿cómo los recibieron nuestros hijos? ¿les saludaron de la manera apropiada, fueron corteses? ¿de qué forma los recibió el obispo o cualquier otro líder del Sacerdocio? Ellos estuvieron durante toda la reunión sacramental y decidieron quedarse a las siguientes clases. En la clase de Principios del Evangelio, ¿cómo fueron presentados? ¿qué preguntas hicieron ellos y suponiendo que yo estaba presente en ese salón con ellos, qué les dije, cómo respondí? Los jóvenes y los niños también los observaron (MUY atentamente) desde que entraron al salón, hasta que se despidieron de nosotros, 3 horas después. Nuestros hijos me hicieron preguntas al respecto. ¿qué les dijimos? ¿cómo respondí sus preguntas, con qué tono, qué actitud?
Ahora, si nos adelantáramos más en el tiempo, o si la situación misma fuera que llegan la misma pareja, pero con su hijo adolescente (sea que es el hijo biológico de uno de ellos o es adoptado, es algo que va a suceder) a la capilla y este joven va a la clase de escuela dominical y luego con los HJ, ¿cómo fue recibido y tratado? ¿se le hizo sentir bienvenido? ¿o fue víctima de matoneo / bullying por parte de alguien más estando allí?
Son solo preguntas que vienen a mi mente al tratar de autoevaluarnos como familia en cuanto a nuestra forma de asimilar diferentes situaciones que de seguro ocurrirán. En las publicaciones que mencioné al iniciar esta entrada del blog, los profetas siempre nos recuerdan y nos recalcan que debemos por sobre todas las cosas tratar a todos con amor, respeto, y bondad tratarlos como Jesucristo lo haría. El que lo hagamos no significa que aprobamos o celebramos su definición de matrimonio y familia, no tiene nada que ver con eso. Simplemente partimos del punto de que todos somos hermanos, y debemos demostrarnos amor los unos por los otros.
¿Cómo llegamos entonces a tener en nuestra mente y corazón la actitud correcta para tratar a nuestros hermanos LGBTI con amor y respeto?
Hago esta pregunta porque es cierto que este tema puede provocar muchos tipos de sentimientos en las personas: indiferencia, dolor, angustia, indignación, enojo, repudio, confusión, etc. Sin embargo, el mandamiento es claro: "que os améis unos a otros" y esto requiere informarnos mejor y dejar tantos sentimientos prejuiciosos a un lado.
De esta forma entonces planteo el desafío para responder a la pregunta anterior: todo empieza en nuestro hogar. Nuestro hogar es el mejor lugar para aprender sobre la institución divina de la familia, sobre las responsabilidades del padre y la madre, sobre el propósito eterno del matrimonio y de la procreación. Debemos enseñar sobre el propósito del templo y de los convenios que allí se hacen. Debemos enseñar a nuestros hijos desde que son pequeños, que las leyes del país permiten no solo que un hombre y una mujer se casen sino que también permite que dos personas del mismo sexo lo hagan, pero eso no significa que la ley de Dios se vea alterada o modificada para aceptar esas uniones.
Debemos charlar con nuestros hijos, contestar sus preguntas y aclarar cualquier duda que ellos tengan al respecto. Debemos hablar con un lenguaje claro y apropiado para su edad sobre el propósito de nuestros cuerpos, de sus funciones, de su desarrollo y de lo sagrados que deben mantenerse, de las leyes de Dios que cuidan sus cuerpos, sus templos. Hay que hablar de los sentimientos que pueden llegar a generarse por personas del mismo sexo, y qué hacer en caso de que eso ocurra. Cuando en nuestra familia hay desinformación sobre este tema y los hijos no sienten la confianza de hablarlo con sus padres, pueden llegar entonces los sentimientos de temor, tristeza, incluso depresión, que puede llevar a que busquen fuentes de información menos confiables, que tomen malas decisiones y que cometan errores que se pudieron haber prevenido. Si estos temas se tratan con sinceridad y con confianza en el hogar ellos recurrirán a nosotros y podremos ayudarles antes que se vean tentados a hacer algo que podría llegar a hacerles daño.
¿Y en la Iglesia? bueno, se me ocurre que podríamos también hablar de estos temas en las Mutuales. La verdad es que en el tiempo que estuve en las MJ nunca se habló en una mutual sobre este tema, pero creo que pudo ser bueno que se mencionara, precisamente porque no todas las MJ o los HJ tienen la confianza de contar o preguntar algo a sus padres y tal vez alguien que sí sería una buena fuente de apoyo y ayuda sea un líder de la Iglesia. Se puede hablar abiertamente con los jóvenes para que al momento en que algún joven sienta que está en esta prueba (le atrae alguien del mismo sexo), no tenga que esconderse por temor y cometer errores que solo traen sufrimiento y angustia. Si se hablara con ellos así, de manera más natural, habría más jóvenes que no tienen que devolverse de la misión por depresión o miedo a ser descubierto por sentir algo diferente que no tiene nada de malo con tal de que no se actúe acorde a los sentimientos. Podemos hablar con los jóvenes de los efectos nocivos del bullying, cómo evitarlo y cómo cortarlo si ya está germinando. Todos sabemos que la etapa de la adolescencia no es fácil y todos buscamos nuestro rumbo. No podemos permitir que por acciones malintencionadas o aparentemente "inocentes" de otros, nuestros jóvenes terminen en caminos peligrosos de los que luego no puedan salir solos. Es mucho el dolor y sufrimiento que podemos evitar si actuamos a tiempo.
Imagino también reuniones de Sociedad de Socorro y Quórumes del Sacerdocio donde se despejen las dudas de los padres, donde se hable de forma franca y directa de los espantosos efectos de la pornografía (también hay que hablar esto con los jóvenes), donde se promuevan herramientas para proteger a nuestra familia de tan terrible veneno. Si los profetas nos han advertido tan enfáticamente sobre las nefastas consecuencias de la pornografía es por algo, y hemos visto estos efectos en otras familias, por favor hagamos algo más para luchar contra esta terrible plaga. Si bien hoy en día es prácticamente imposible blindar a nuestros hijos de la suciedad que hay en el mundo, podemos enseñarles qué hacer cuando se topen con pornografía, qué hacer cuando quieran presionarlos a consumir drogas o cómo elegir mejor a sus amigos más cercanos, quienes influirán enormemente en ellos y en sus desiciones del día a día.
El desafío es este, que hagamos un poco más por salvaguardar nuestras familias de los fuertes ataques del enemigo. Siempre habrá algo que podamos hacer o mejorar en casa. Empecemos poco a poco y los efectos protectores de una influencia recta en el hogar se verán y darán frutos. Vivimos en tiempos peligrosos y cada vez lo serán más, pero así como los profetas nos han enseñado, podemos criar a nuestros hijos con seguridad si nuestra base es el Evangelio de Jesucristo. Podemos impulsar desde donde estemos en cada uno de nuestros barrios, promover más charlas, más mutuales, más conferencias de juventud o campamentos donde se traten estos temas, de manera abierta y sincera con niños y jóvenes, con jóvenes adultos tanto solteros como casados, en fin, con todos los miembros del barrio.
Espero haberme expresado de la mejor manera para que pudieran entender la invitación. Soy una madre SUD que defiende y promueve el matrimonio entre un hombre y una mujer. Creo firmemente que la felicidad en la vida familiar se consigue cuando se vive de acuerdo al Evangelio de Jesucristo y espero poder transmitir esos mismos principios a mis descendientes. Quiero que ellos aprendan que es posible vivir de una manera feliz en este mundo y que aunque no toleramos ni apoyamos el pecado, amamos a todas las personas, porque son nuestros hermanos y hermanas, de todos aprendemos y gracias a ellos nosotros progresamos y nos perfeccionamos. Esa es la lección que me gustaría dejarles y me encantaría que las personas que rodean a mi familia también nos ayuden en esta labor.
Gracias por leer, ¡esperamos sus comentarios!
Alejandra
P.D. Pueden ver la carta que la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles envió a los barrios de Estados Unidos y Canadá para que sea leída entre el 5 y el 12 de julio en las capillas a todos los miembros mayores de 12 años, sobre este tema, aquí.