miércoles, 18 de diciembre de 2013

María, la madre de Jesús

Ya Carlos habló de José y ahora yo hablaré de María, la madre de Jesús, una de las mujeres que más admiro. Trataré de explicar por qué.

Al igual que con José, no son muchos los detalles que las escrituras nos dan acerca de su vida, su crianza y su pasado pero me imagino que fue tal como se espera que sea para una verdadera mujer virtuosa. Me atrevo a decir que también tuvo buenos padres, que le enseñaron el Evangelio desde su niñez, que le ayudaron a mantenerse pura y que inculcaron en ella un amor y un respeto profundo por las cosas sagradas, las cuales conocía y entendía. Como dijo Alma, todo lo que pasó en su juventud la convirtió en "un vaso precioso y escogido" (Alma 7:10), desde mucho antes de que ella conversara con un ángel del Señor, Gabriel, quien le daría la noticia más importante de la historia de la humanidad: que el Salvador, anunciado por tantos profetas de la antigüedad, por fin llegaría a la tierra y ella misma sería la encargada de darle un cuerpo para que morara en la tierra.

Gabriel le dijo: "¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres." (Lucas 1:28). Realmente el tener un hijo es una gran bendición y privilegio que nos da el Padre Celestial, pero muchísimo más grande debió ser para ella saber que tendría al Hijo de Dios, el Unigénito del Padre en su vientre y lo traería al mundo. Me gusta cómo lo relata el Élder Talmage en su libro, "Jesús, el Cristo":

Igual que las demás hijas de Israel, particularmente las de la tribu de Judá, cuya descendencia davídica era conocida, María indudablemente había anhelado con reverente gozo y éxtasis, la venida del Mesías del linaje real, pues sabía que alguna doncella judía llegaría a ser la madre del Cristo. ¿Sería posible que las palabras que le hablaba el ángel se relacionaran con esta esperanza suprema de la nación? No tuvo mucho tiempo para meditarlo, porque el ángel continuó, diciendo: "María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin."
Aun con esto, ella no comprendió sino en parte la importancia de esta visita trascendental. No con el espíritu de duda, como el que había provocado a Zacarías a pedir una señal, sino con un deseo sincero de que se le informara y explicara, María, consciente de su estado soltero y segura de su condición virginal, preguntó: "¿Cómo será esto? pues no conozco varón." La respuesta a su pregunta natural y sencilla fue la anunciación de un milagro como nunca jamás se había conocido en el mundo: no un milagro en el sentido de un acontecimiento que contravendría las leyes naturales, sino un milagro efectuado por la operación de una ley mayor, y de naturaleza tal, que la mente humana ordinariamente no llega a comprenderlo o considerarlo posible. Le fue informado a María que iba a concebir, y a su tiempo daría a luz un Hijo, del cual ningún mortal sería el padre: "Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios."
Entonces el ángel le hizo saber de la condición bendita de su prima Elisabet, que había sido estéril, y como explicación final y suficiente, añadió: "Porque nada hay imposible para Dios." Con gentil sumisión y humilde aceptación, la joven virgen contestó: "He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra." 
Realmente María es un ejemplo de humildad al aceptar la voluntad del Señor ante un noticia como esta. Fue a visitar a su prima Elisabet, alguien en quien confiaba y entendería la naturaleza de ese milagro que sucedería, ya que Elisabet misma en ese momento estaba viviendo un milagro muy similar. En algún momento de los tres meses que estuvo visitándola, sucedió lo anunciado por el ángel y María comenzó la gestación. Al regresar a su casa y encontrarse con José, me imagino que debió ser una situación difícil, tanto para ella como para él. Los dos se amaban y se habían comprometido a casarse, pero esta situación de un embarazo previo al matrimonio incluso llevó a pensar a José en deshacer dicho compromiso. Imagino la angustia de María al tratar de explicarle lo que había sucedido, sin querer herirlo y mucho menos deshonrarlo, pues ella misma sabía que no había hecho nada malo sino que todo había sido previsto por Dios.

Afortunadamente José entendió la situación completa luego de que un ángel le hablara en sueños y le explicara la situación (Mateo 1) y él accedió a casarse con María y asumir el llamamiento que había recibido, como Carlos ya lo mencionó. María debió sentirse agradecida, pues el apoyo de José era el que ella más necesitaría al empezar la labor de ser la madre de Jesús.

Como ya conocemos todos los acontecimientos relacionados con el nacimiento de Jesucristo, solo me resta decir lo mucho que admiro la manera en que María asumió las dificultades que se fueron presentando. El largo viaje que tuvieron que hacer a Belén no debió ser fácil ni tampoco el llegar a la ciudad y no encontrar ningún lugar donde quedarse. José, tratando de ofrecer lo mejor que pudiera para que el bebé naciera y su esposa pudiera descansar finalmente, halló que la única opción era un pesebre pero al fin y al cabo sería el espacio que permitiría que el nacimiento se llevara a cabo. Me imagino que con la guía divina que vendría del Señor y sus ángeles para que todo saliera bien, el bebé finalmente nació y el poder recibirlo en sus brazos, después de todo lo que había pasado, a ese pequeño bebé, fue el momento más maravilloso que borraría de la mente cualquier dificultad pasada. Eso sí lo sé y lo entiendo, porque inmediatamente nace el bebé y lo puedes ver, ya no hay dolores ni angustias, solo una felicidad inmensa que te llena todo el cuerpo, es difícil de describir. En verdad fue una mujer muy valiente.

""Mary Kept These Things and Pondered Them in Her Heart " pintura de Lonni Clarke

Algo que también admiro de María es que ella atesoraba momentos claves en su vida, como lo cuentan en las escrituras:

Lucas 2:19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Lucas 2:51 Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

Creo que es importante como madres que hagamos ese ejercicio. Algunas(os) vamos olvidando con el tiempo (yo, por ejemplo jeje) por lo que los registros de las cosas importantes son clave para guardar lo que es significativo, las experiencias espirituales, los progresos que tenemos, las metas que cumplimos, las bendiciones que recibimos y en fin, todo lo que hizo que nuestra vida en la tierra fuera feliz, provechosa, divertida y de aprendizaje. Las opciones son infinitas y sea en el corazón o en papel o en un blog, debemos y podemos guardar las cosas importantes de nuestras vidas, las cuales ayudarán a nuestras futuras generaciones y también, por qué no, a tener una vejez agradecida y llena de bellos recuerdos.

Los años pasarían, Jesús empezaría a crecer y a aprender de sus padres y hermanos y a vivir una vida relativamente normal, con excepción de que Él sabía de dónde venía y cuál era su misión en a tierra, que había sido escogido para realizar la misión más importante sobre la tierra, la Expiación. Pero María también sabía esto y me imagino sus fervientes oraciones al Padre pidiendo por su Hijo. 

Los días se fueron acercando y las cosas se fueron complicando, María habría escuchado muchos comentarios, tanto buenos como malos, tanto bondadosos como crueles acerca de su Hijo, el Hijo de Dios, y eso no es nada fácil para una madre. Ella sabía lo que pasaría al final, su Hijo tendría que morir por todos nosotros y creo que allí fue donde más se aferró al Padre Celestial, a su consuelo, a la guía del Espíritu, para poder soportar todo lo que pasaría. Debe ser terriblemente duro ver como frente a tus ojos se va la vida de un hijo y mucho más sabiendo que era inocente de lo que se le acusaba, pero en el fondo creo que la fortaleza extraordinaria de María tenía como base el plan de Dios y todas aquellas cosas que había guardado en su corazón toda su vida. Ella no podía evitar sentir dolor, como ninguna madre podríamos hacerlo, pero creo que la esperanza de la resurrección y del cumplimiento de todo lo que se había profetizado (tal como en el principio, así en el nacimiento como en la muerte del Salvador) era su ancla y su manera de sobrellevar tan difícil prueba. Realmente fue una mujer de fe inalterable y muy bien cimentada, con raíces profundas que la hicieron merecedora del gran honor de ser la Madre de Jesús, la admiro por eso.

Efectivamente, todo se cumplió, el Señor resucitado se reunió con ella y con sus discípulos una vez más y María también debió guardar eso en su corazón. Su vida fue llena de bendiciones pero también de pruebas muy difíciles y gracias a su ejemplo de fortaleza y amor el Señor Jesucristo pudo nacer y cumplir su misión en la tierra. Me siento agradecida por mujeres como ella, que me dan ejemplo de cumplir su deber sin importar qué tan difícil sea.

Alejandra

"Blessed art thou among women" pintura de Walter Rane


"In the arms of Mary", pintura de Simon Dewey


"In favor with God", pintura de Simon Dewey


Y un video sobre la vida de María:



2 comentarios:

Brenda N. dijo...

Me asignaron dar un discurso en la Reunion Sacramental sobre María, su artículo fue muy interesante y me ayudó mucho. Gracias

Unknown dijo...

Me encanto eldiscurso y me ayuda a comprender mejor el ejemplo de esta extraordinaria gracia .g