Cuando fui misionero me asignaron para trabajar en esa zona, llegué en abril del 2004 después de la conferencia general, y salí de la zona en noviembre de ese mismo año. Vivía en un apartamento en un conjunto de edificios y el nuestro estaba en el último piso. El apartamento tenía una terraza y en las mañanas algunas veces con mis compañeros hacíamos ejercicios allí. La vista del volcán Galeras era magnífica y en ocasiones nos regalaba una fumarola. Cuando teníamos diariamente nuestro plan de estudios personal y en compañerismo la vista que yo tenía de Pasto no la cambiaba por nada, casi podía ver toda la ciudad y podía meditar en la responsabilidad que teníamos de ser representantes de Jesucristo, de su Iglesia y de nuestras familias, para otros también aplicaba su país o su ciudad, como era mi caso.
Fumarola Volcan Galera Pasto-Nariño-Colombia |
La zona estaba conformada por más de 12 Hermanas y Elderes. Como todas las zonas teníamos metas que cumplir y desafíos que sobrepasar. Recuerdo un sábado en que todas las áreas teníamos un bautismo en la tarde, esos momentos de ver cambiar a las personas y de tener la oportunidad de nacer de nuevo y ver en sus rostro ese deseo no tenía precio alguno, y estoy seguro que no lo tendrá jamás. En la reunión que tuvimos en la semana antes de ese sábado decidimos sabiamente que empezaríamos los bautismos de forma ordenada por barrio, no lo haríamos todos los barrios al mismo tiempo, sino que empezaría mi área y luego después del bautismo que teníamos nosotros nos iríamos a otra capilla, junto con los nuevos miembros para que ellos vieran la misma ordenanza pero aplicada a otras personas que como ellos ese mismo día habían decidido cambiar sus vidas, aceptar compromisos y perseverar hasta el fin.
Al final del recorrido llegamos a la última capilla. Eran casi las 7:00 p.m. y así tuvimos que hacerlo porque la última hermana, que llamaré "Sofía", lo había solicitado así por dos razones: la primera era que su trabajo y algunos compromisos no le permitían hacerlo durante la tarde y la segunda era que quería compartir con todos un postre aprovechando que su casa quedaba justo detrás de la capilla. Cuando terminamos el bautismo de Sofía, estábamos reunidas más de 20 personas, entre nuevos miembros y misioneros y otros miembros, también familiares de los nuevos conversos. Sofía alentó a algunos con su invitación a "celebrar" su bautismo y fuimos los misioneros y algunos que decidieron acompañarnos. Si yo en ese momento hubiera sabido lo que iba a pasar en la casa de Sofía, no hubiera permitido que algunos se fueran a sus casas, porque a decir verdad fue una de las mejores experiencias que tuve en la misión.
Sofía nos invito a pasar y estaba preparado todo, una mesa con una torta, realmente no tan grande para todos los que íbamos, unos platos y cubiertos desechables. Antes de empezar con la torta ella pidió unas palabras y estuvimos prestos a escucharla (mis palabras no serán textuales, pero seré lo más preciso posible en este relato). Sofía comenzó a contarnos lo siguiente:
"Durante muchos años de mi vida siempre tuve un deseo egoísta y poco cristiano. Cuando tenía 19 años, comencé a llevar una vida nueva y responsable, me casé muy joven y quedé embarazada muy pronto, desde esos años el deseo y súplica era que cuando cumpliera 50 años Dios no me dejara vivir más. Pensaba que mis hijos para ese tiempo estarían ya grandes y con sus propias familias, eso era lo que yo creía, sin embargo cuando cada año que pasaba y me acercaba más al año de cumplir los 50 mis pensamientos no encontraban un equilibrio a favor de quitarme de la mente esa solicitud, quería morir a los 50. Al día de hoy ya mis hijos están grandes y son responsables por sí solos, mi vida ha pasado en la soledad, y quiero que sepan que hoy el Señor, nuestro Salvador ha cumplido mi sueño. Quiero que sepan que hoy, esta torta no es para celebrar el bautismo, aunque si, pero no, es para celebrar mi cumpleaños número 50, y el Señor a cumplido mi solicitud de morir: hoy he muerto y he nacido de nuevo, tengo la plena seguridad de que Él escuchó mis ruegos por tantos años, y lo ha cumplido pero dentro de su propósitos sabios, y ustedes los misioneros son los protagonistas de este asunto, entre Dios y yo. Gracias a todos por venir, y ahora sí celebremos."
Esas fueron las palabras de Sofía, las más precisas, las más tiernas, las más llenas de vida, las más sabías y sobre todo, las que ella ahora entendía. La muerte es un proceso que todas las personas debemos pasar: la muerte de una vida antigua llena de muchas flaquezas y la oportunidad que ofrece El Salvador por medio de su expiación para que todos los que crean en Él puedan nacer de nuevo y regresar a vivir en su presencia. Claro, no es algo que sucede sólo con sumergirse en el agua, es un proceso diario y constante, de vivir los compromisos y de adquirir experiencias que nos ayudarán en los momentos de pruebas, a sobrellevarlas y triunfar.
Aún recuerdo esos momentos y sé que muchos de los que hicieron parte de la zona por esa época también lo hacen. No siempre sabemos qué pasará con nuestras vidas, aunque mucho depende de las buenas decisiones que tomemos, al final de todo siempre hay un Padre que nos guiará y con la ayuda del Espíritu Santo podemos ser guiados por el buen camino que nos llevará de regreso, a vivir no sólo 50 años o más sino por toda la eternidad.
Carlos
Zona Pasto - Misión Colombia Cali |
4 comentarios:
Gracias Amigo!
De nada Ludwing, estamos haciendo esto cada semana, con experiencias por el estilo. Abrazos
Sofía deseaba morir a los 50, y así lo hizo :') Que hermosisisisismaaaaaaa experiencia... Carlos gracias por compartirla.
hermoso y sabio mensaje, inspiradas palabras...sin duda estamos agradecidos con los misioneros que han pasado por Pasto y aunque cuando lo conocimos ya eramos miembros apenas llevabamos un añito así que como miembros nuevos recibimos mucho su apoyo, valiosos consejos y un testimonio poderoso que sin duda fortaleció el nuestro. GRACIAS!!!
Flia. BETANCOURT VITERI
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